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Marcas argentinas más baratas en Chile: el reflejo del peso del “costo argentino”
Cada vez más argentinos encuentran en Chile productos nacionales a precios más bajos que en su país de origen. El fenómeno expone el impacto del “costo argentino” y las ventajas del entorno económico chileno.
POR REDACCIÓN
El cruce de mendocinos hacia Chile en busca de precios más convenientes ya no sorprende. Lo que sí llama la atención es que, entre los productos más accesibles del otro lado de la cordillera, aparecen marcas argentinas que, paradójicamente, cuestan menos en el país vecino que en su propio territorio. Ropa, calzado, alimentos e incluso tecnología fabricada en Argentina se venden en tiendas chilenas a precios notablemente inferiores.
El caso más emblemático es el de Prüne, una firma líder en marroquinería nacional que emplea a unas mil personas. Su modelo de bandolera “New Penny”, uno de los más populares, cuesta en Argentina $79.900 (o $66.033 sin impuestos). En cambio, en Tiendas Paris de Chile, el mismo producto se ofrece por $49.448 al cambio actual, es decir, unos 39.900 pesos chilenos.
Otro ejemplo destacado es La Martina, la reconocida marca vinculada al polo argentino. Un sweater “mid zipper” tiene en Argentina un precio de $155.400 (sin impuestos, $128.449), mientras que en Falabella Chile se consigue por $86.740 unos 69.900 pesos chilenos. La diferencia de más del 40% ilustra con claridad el fenómeno.
Incluso los alimentos muestran esta brecha. El jugo Pura Frutta, presente en supermercados chilenos dentro del segmento de importados, se vende por $3.705 (2.990 pesos chilenos), frente a los $4.700 que cuesta en Argentina.
El costo argentino: un lastre que encarece lo local
La paradoja de productos nacionales más baratos en el extranjero tiene una explicación que va más allá de la oferta y la demanda. Se trata del llamado “costo argentino”, un conjunto de factores que encarecen la producción y comercialización local: presión tributaria, inflación, falta de crédito, infraestructura deficiente, costos logísticos elevados y una burocracia asfixiante.
En Chile, en cambio, el proceso de importación es más eficiente. Un importador solo debe afrontar el IVA y algunos gastos logísticos, lo que facilita el ingreso de mercadería incluida la argentina con costos significativamente menores.
Según un informe reciente de la Unión Industrial Argentina (UIA), el país ocupa el puesto 66 de 67 en el ranking de competitividad global del IMD. A pesar de tener una productividad industrial superior a la media regional, esa ventaja se desvanece ante un entorno que penaliza el desarrollo y desalienta la inversión.
Impuestos, logística y energía: los pasivos de la competitividad
La carga impositiva formal en Argentina puede alcanzar el 52%, lo que sitúa al país en el tope del ranking regional, junto con Brasil. Además, transportar mercadería en Argentina cuesta un 43% más que el promedio latinoamericano, y más del 90% de la carga viaja por camión, a pesar de la extensión del territorio y la fragilidad de la red ferroviaria.
En materia energética, la tarifa eléctrica industrial es más del doble que la de Estados Unidos, y el precio del diésel está por encima del promedio regional. A eso se suman problemas estructurales como la litigiosidad laboral, la escasa digitalización de trámites y la acumulación de saldos impositivos sin devolución.
Un círculo vicioso difícil de romper
Entre 2010 y 2023, la inflación promedió el 51% anual, y la economía argentina estuvo en recesión la mitad de esos años. Con un sistema financiero casi paralizado, el crédito representa apenas el 6% del PBI y un riesgo país que promedió los 1.150 puntos básicos, el horizonte para las empresas se torna incierto y desalentador.
Como resultado, productos nacionales que podrían competir en el mundo, terminan vendiéndose más baratos en Chile que en los propios locales argentinos. Para consumidores mendocinos y de otras provincias fronterizas, cruzar la cordillera ya no solo es un paseo: es una estrategia de ahorro.
Fuente: Los Andes