Huarpe Deportivo > Adiós a una leyenda
Murió el Loco Gatti, estrella del arco de Boca y alma del fútbol espectáculo
El Loco Gatti, ídolo de Boca y emblema del fútbol argentino, falleció a los 80 años. Dueño de un estilo único y espíritu audaz, dejó una huella imborrable en el arco, en la Bombonera y en el corazón del hincha.
POR REDACCIÓN
Hugo Orlando Gatti murió este domingo a los 80 años, luego de estar internado por más de dos meses en el Hospital Pirovano con un cuadro de neumonía. Ídolo de Boca, dueño del récord de partidos en primera división y referente de un estilo de arquero revolucionario, el Loco se despidió dejando una marca imborrable en la historia grande del fútbol argentino.
Su familia tomó la difícil decisión de retirarle el respirador artificial debido a su estado irreversible. Gatti había llegado al país desde España —donde residía— para pasar el verano, pero una caída le provocó la fractura de cadera que derivó en una serie de complicaciones: virus hospitalario, neumonía, insuficiencia renal y finalmente, una traqueotomía practicada el 28 de marzo.
Gatti fue un personaje que trascendió la línea de cal. Con su melena al viento, su vincha clásica, una indumentaria siempre llamativa y una actitud descontracturada, fue pionero en interpretar el puesto de arquero desde una perspectiva distinta: se animaba a salir del área, a jugar con los pies, a entretener. Ese estilo desfachatado no le impidió ser el arquero con más partidos disputados en primera división: 765, entre Atlanta, River, Gimnasia, Unión y Boca. También posee el récord de penales atajados en el fútbol argentino, con 26, incluyendo el más recordado: a Vanderlei, en la final de la Copa Libertadores 1977 ante Cruzeiro, que le dio a Boca su primera estrella continental.
Nacido en Carlos Tejedor el 19 de agosto de 1944, Gatti dejó el campo para probar suerte en las inferiores de Atlanta. En su debut, le hicieron 14 goles, pero el DT Nano Gandulla le vio pasta y lo fichó. Desde allí, una carrera marcada por grandes maestros: Zubeldía, Cesarini, Lorenzo, Menotti. “Sin Dios y sin ellos, no hubiera sido nada”, solía repetir el Loco.
River lo llevó como posible sucesor de Amadeo Carrizo. Su paso fue breve, aunque clave para absorber la esencia del ídolo millonario. En Gimnasia su carrera despegó. Luego fue pieza clave de aquel Unión subcampeón del Nacional 1975, hasta que junto a Juan Carlos Lorenzo aterrizó en Boca, donde alcanzó la cúspide de su carrera: bicampeón local en 1976, campeón de América en 1977 y 1978, y campeón del mundo ante Borussia Monchengladbach en 1978.
Su picardía dentro y fuera de la cancha lo hizo un ícono. Como cuando le dijo “Gordito” a Diego Maradona antes de un partido y el 10 le metió cuatro goles. O cuando patentó su famosa “atajada de Dios”, una técnica osada que luego adoptaron Navarro Montoya y Burgos. A nivel selección, fue protagonista en la previa al Mundial ‘78, con una recordada actuación bajo la nieve ante la Unión Soviética. Lo llamaron el “León de Kiev”, pero una lesión lo dejó fuera de la Copa del Mundo, ganada finalmente con Fillol en el arco.
Entre Gatti y Fillol se tejió una rivalidad de estilos. El Pato era potencia, seguridad bajo los tres palos. El Loco, en cambio, era libertad, gambeta y pase. Hubiera calzado perfecto en el fútbol moderno, donde el arquero también debe saber jugar.
Su último partido oficial fue en 1988. Pastoriza le quitó la titularidad tras una derrota ante Deportivo Armenio. Una década después, Boca le organizó su merecida despedida. Radicado en Madrid desde hace años, fue panelista del programa “El Chiringuito de Jugones”, donde no esquivaba la polémica. Fue crítico de Lionel Messi, incluso tras la consagración en Qatar: “Hizo más Di María que él”, lanzó en una de sus últimas apariciones televisivas.
En 2020, ya había sorteado un susto grande al contagiarse de Covid-19. Esta vez, el Loco no pudo gambetearle a la muerte. Pero su legado vive. En la historia del arco, en los relatos del fútbol, en cada niño que se anima a salir jugando. Gatti fue más que un arquero: fue un showman del fútbol. Un artista del espectáculo que jamás dejó de amar el deporte como el primer día.