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¿Por qué en Argentina no se consume carne de caballo?
En un país donde la carne de vaca es un emblema nacional, el caballo ocupa un lugar especial, pero no en la mesa. Descubrí las razones culturales, históricas y emocionales que explican por qué en Argentina la carne de caballo no se consume.
Tras conocerse por un informe de DIARIO HUARPE que en un campo del distrito El Bosque, departamento de Angaco, hay cientos de huesos de caballos faenados ilegalmente, la pregunta es: ¿Por qué en Argentina no se consume carne de caballo?
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Si bien en Argentina no existe una ley específica que prohíba el consumo de carne de caballo, existen regulaciones y normativas que controlan su producción y comercialización. Pero, más que nada, serían las razones culturales, históricas y emocionales las que explican por qué no es común en la dieta diaria de los argentinos, el consumo de carne equina (potrillos, yeguas, padrillo, caballo, burro, asno y mulas).
Motivos culturales y sociales
A diferencia de otros países donde la carne de caballo se consume habitualmente, en Argentina la relación con este animal es más emocional que práctica. Es que el caballo, figura central en la vida rural y en la historia del país, se asocia íntimamente con la figura del gaucho, el vaquero de las pampas, que personifica la libertad y el espíritu independiente del campo argentino.
Desde los tiempos coloniales, los caballos han sido compañeros inseparables de quienes trabajaban la tierra y, más tarde, jugaron un papel crucial en las guerras de independencia. Es decir, el caballo no es visto como una fuente de alimento, sino como un símbolo cultural y un compañero de trabajo. Una percepción que está profundamente arraigada en la sociedad, haciendo que la idea de consumir su carne, resulte incómoda para la mayoría.
Además, la abundancia y la calidad de la carne de vaca en nuestro país, hacen que otras carnes, como la de caballo, no tengan un lugar en la dieta diaria. La carne bovina es tan predominante y valorada, que otras opciones suelen quedar relegadas, no por falta de valor nutricional, sino por una cuestión de preferencia cultural.
En Argentina, el caballo tiene un significado cultural muy fuerte, especialmente en las regiones rurales. Muchas personas ven al caballo más como un compañero o un animal de trabajo, que como una fuente de alimento.
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Regulaciones y control
La producción y comercialización de carne de caballo están reguladas por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), que es la entidad responsable de supervisar y controlar la sanidad de todos los productos cárnicos en Argentina.
Las regulaciones del Senasa aseguran que si se comercializa carne de caballo, esta debe cumplir con los mismos estándares de calidad e higiene que cualquier otro tipo de carne.
- La faena de caballos para consumo humano debe realizarse en mataderos autorizados por el Senasa (en Argentina hay cuatro), que están específicamente habilitados para el sacrificio de equinos. Esto asegura que los procesos cumplen con las normativas sanitarias.
- Si se comercializa carne de caballo, esta debe estar claramente etiquetada para que el consumidor esté informado sobre lo que está comprando. Este requisito es parte de las normativas generales de etiquetado de alimentos.
- Aunque el consumo interno es muy bajo, Argentina sí produce carne de caballo que se destina principalmente a la exportación, especialmente a países europeos donde la carne equina es más apreciada.
Vale apuntar que los únicos frigoríficos autorizados para faenar equinos en Argentina, que tiene como único destino la exportación, son: Lamar, en Mercedes (Buenos Aires); Land, Río Cuarto (Córdoba); Solemar, en Río Negro, e Infriba, en Buenos Aires. Más del 80% de la faena se concentra en los primeros dos frigoríficos.
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Conclusión
En un país donde la carne de vaca, más que un alimento, es un símbolo de identidad Nacional, el caballo continúa siendo reverenciado no por su carne, sino por su rol en la historia y cultura del país. Así, mientras en otras latitudes su carne es considerada un manjar, en Argentina sigue siendo un tabú culturalmente respetado.