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Dolor de cadera: causas comunes y tratamientos para recuperar movilidad a cualquier edad
El dolor de cadera afecta a personas de todas las edades y puede tener múltiples orígenes. Identificar su causa con un diagnóstico personalizado permite aplicar tratamientos conservadores efectivos que mejoran la calidad de vida sin recurrir a la cirugía inmediata.
POR REDACCIÓN
El dolor de cadera es una consulta médica habitual que genera preocupación por su origen y las opciones de tratamiento. Sin embargo, en la mayoría de los casos existen alternativas no quirúrgicas que permiten recuperar la movilidad y mejorar la calidad de vida en cualquier etapa.
Según expertos citados por The Conversation y datos de Mayo Clinic, el dolor de cadera puede originarse por diversas causas como artrosis, bursitis, tendinitis, distensiones musculares y lesiones por sobreuso. La mayoría de estas afecciones responde bien a tratamientos conservadores, evitando la necesidad de cirugía inmediata.
Este dolor impacta actividades cotidianas esenciales, como caminar, subir escaleras o mantenerse de pie, y puede localizarse en la articulación, la parte externa, la ingle o el muslo. Por eso, especialistas como Charlotte Ganderton y Josué Heerey recomiendan consultar a un profesional cuando las molestias limitan la movilidad o alteran la rutina diaria.
La causa del dolor varía según la edad y el género, por lo que una evaluación clínica precisa es clave para descartar condiciones que requieran atención específica. Por ejemplo, en adolescentes y adultos jóvenes, la Cleveland Clinic señala que problemas estructurales como el pinzamiento femoroacetabular y la displasia de cadera son frecuentes.
El pinzamiento femoroacetabular afecta principalmente a jóvenes activos, especialmente varones deportistas, debido a alteraciones en la forma de la cabeza femoral o el acetábulo, lo que limita el rango de movimiento y provoca dolor en la parte anterior o lateral de la cadera. En contraste, la displasia de cadera, más común en mujeres jóvenes, se caracteriza por una cobertura insuficiente de la cabeza femoral, causando inestabilidad y dolor articular.
Además, personas con hipermovilidad articular —como deportistas, bailarinas, practicantes de yoga o nadadores— presentan ligamentos y cápsulas articulares más elásticas, lo que incrementa el riesgo de lesiones si la musculatura que sostiene la cadera es débil. Por ello, el fortalecimiento muscular es fundamental para prevenir daños y mejorar la funcionalidad.
En adultos mayores, la artrosis es una causa habitual de dolor persistente, rigidez y limitación para actividades diarias como vestirse o caminar, mientras que las tendinopatías, como la tendinopatía glútea, generan molestias en la parte externa dificultando subir escaleras o estar de pie sobre una pierna. Ambas condiciones evolucionan lentamente, por lo que el diagnóstico temprano y el tratamiento individualizado son esenciales para conservar la movilidad.
El abordaje inicial consiste en una evaluación clínica detallada para identificar el origen del dolor, que puede estar vinculado a trastornos musculoesqueléticos, lesiones o artrosis, según la Cleveland Clinic. Para ello, se utilizan radiografías que analizan la estructura ósea y, en algunos casos, resonancias magnéticas para evaluar tejidos blandos. No obstante, la interpretación de estos estudios debe considerar los síntomas del paciente, pues hallazgos en resonancias pueden aparecer sin que haya dolor.
Los tratamientos conservadores son la primera línea y suelen incluir fisioterapia, antiinflamatorios, modificaciones de la actividad y programas de ejercicios para fortalecer la musculatura de la cadera. La Journal of Orthopaedic & Sports Physical Therapy destaca que la fisioterapia personalizada mejora la función y disminuye el dolor, retrasando o evitando la necesidad de cirugía.
Solo cuando estas medidas no resultan efectivas tras un periodo recomendado —generalmente tres meses— se considera la cirugía, que puede incluir artroscopia o reemplazo articular. Sin embargo, la mayoría de los pacientes experimenta mejoría con terapias no invasivas, lo que resalta la importancia de un diagnóstico temprano y un tratamiento adaptado a cada caso.