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Cultura y Espectáculos > Iglesia católica

El destino del cuerpo de Carlo Acutis, el primer santo millennial

Tras la canonización del joven británico-italiano, sus restos y reliquias generan gran devoción, debates y medidas para evitar fraudes en la Iglesia y en internet.

POR REDACCIÓN

Hace 11 horas
Desde su muerte, el cuerpo de Acutis ha sido objeto de veneración y cuidados especiales. Foto: Gentileza

El 7 de septiembre de 2025, miles de fieles se reunieron en la Basílica de San Pedro para asistir a la histórica canonización de Carlo Acutis, el primer santo millennial reconocido por la Iglesia Católica. La ceremonia, presidida por el Papa Leo XIV, destacó la vida y legado de este joven británico-italiano que falleció en 2006 a los 15 años, víctima de leucemia.

Carlo Acutis, conocido como “el Influencer de Dios”, se destacó por utilizar la tecnología para difundir la fe, especialmente con un sitio web que recopila 196 milagros eucarísticos en casi 20 idiomas. Su canonización reconoció dos milagros atribuidos a su intercesión, lo que permitió que la Iglesia lo elevara a los altares tras su fallecimiento.

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Desde su muerte, el cuerpo de Acutis ha sido objeto de veneración y cuidados especiales. Inicialmente enterrado en el cementerio de Ternengo, Piamonte, sus restos fueron trasladados en 2007 a Asís, donde permanecen en el Santuario de la Expoliación. Allí, su cuerpo se exhibe en una tumba de cristal, protegido con una máscara de silicona y una capa de cera en las manos, una práctica común para la exposición de santos en Italia.

Un aspecto notable es que su corazón fue extraído y colocado en un relicario dorado en la Catedral de San Rufino, cerca del santuario. Esta tradición de conservar partes del cuerpo de los santos simboliza el centro espiritual y afectivo del joven, cuya vida estuvo marcada por la oración y el servicio a los demás.

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Además del corazón, otros fragmentos como mechones de cabello y partes de órganos se conservan como reliquias de primera clase. Estas reliquias han sido distribuidas a diversas instituciones católicas alrededor del mundo, incluyendo escuelas y parroquias en países como Estados Unidos, Reino Unido y Brasil, para su veneración pública.

El fraile Johnpaul Cafiero, capellán en Ohio, recibió cinco cabellos de Acutis tras un proceso de solicitud iniciado un año antes de la canonización. Estas reliquias, junto con objetos personales, han generado un fervor creciente entre los fieles y peregrinos, quienes visitan los templos para rendir homenaje al nuevo santo.

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Sin embargo, la creciente demanda y el interés por las reliquias han trascendido los espacios religiosos y se han expandido a internet y plataformas de comercio electrónico. Sitios como Etsy y HolyArt.com reportan un aumento en la oferta de mechones de cabello, fragmentos de ropa y estatuas relacionadas con Acutis, con precios que varían desde USD 90 hasta USD 4.000.

Este fenómeno ha generado preocupación en las autoridades italianas, que en 2025 abrieron una investigación sobre un posible mercado ilegal de reliquias tras detectarse ventas por hasta USD 2.000. El obispo Domenico Sorrentino, responsable de la denuncia, advirtió: “No sabemos si las reliquias son reales o falsas” y alertó sobre el daño que podría causar a la fe si se confirman falsificaciones.

La madre de Carlo, Antonia Salzano, ha resaltado la sencillez y profunda espiritualidad de su hijo. “Carlo era un niño ordinario como los demás. Jugaba, tenía amigos y asistía a la escuela. Lo extraordinario fue que abrió su corazón a Jesús y lo puso en primer lugar en su vida”, expresó en entrevistas. Su dedicación diaria a la adoración eucarística y su misión de fortalecer la fe juvenil a través de la tecnología son parte esencial de su legado.

La tradición de venerar reliquias en la Iglesia Católica es antigua y cuenta con ejemplos como Thérèse de Lisieux y Luis Gonzaga, quienes también dejaron huella pese a su juventud. En este contexto, la autenticidad y el respeto por las reliquias de Carlo Acutis se convierten en un tema crucial para la comunidad religiosa, que busca preservar la integridad de la fe frente a posibles fraudes.

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