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Miguel Bustos y el reclamo huarpe por el agua en Las Trancas
El referente de la comunidad indígena Clara Rosa Guaquinchay, describe el drama hídrico que atraviesan en Las Trancas, sureste de San Juan, donde la falta de agua está diezmando a la población rural y sus animales. En el marco de la campaña “Unidos por el Agua”, exige una solución estructural
Este sábado 4 de octubre, tal como estaba previsto, la campaña solidaria Unidos por el Agua llegó hasta Las Trancas, el último distrito en el tramo final de la cuenca del Río San Juan. La caravana no solo llevó donaciones esenciales —agua, alimentos, ropa— sino que también puso el foco en un reclamo tan antiguo como urgente: que el agua del río vuelva a correr hasta las Lagunas de Guanacache y que se concrete la construcción del acueducto prometido desde hace más de una década.
Entre las voces que se alzaron durante la jornada estuvo la de Miguel Bustos, referente de la comunidad huarpe Clara Rosa Guaquinchay, ubicada a pocos kilómetros de Las Trancas. Desde su lugar en el departamento 25 de Mayo, Bustos fue claro: “Nos estamos quedando sin animales y el acueducto no llega”.
“El agua es fea y no hay pasto”: vivir en medio de la desertificación
La situación en la comunidad es crítica. El proceso de desertificación que afecta a toda la zona ha deteriorado las condiciones de vida. El agua superficial es escasa y, cuando se excava y se encuentra, es de mala calidad: "hasta los 50 o 60 metros, lo que se saca es salmuera", explicó Bustos. La perforación más profunda, única esperanza de encontrar agua apta, resulta económicamente inaccesible para los pobladores.
“El tanque viene una vez al mes y eso no alcanza”, detalla.
Esa agua es apenas suficiente para el consumo humano. Para los animales —su principal fuente de sustento— utilizan agua de pozo que no es apta. El resultado es devastador: los animales se mueren, porque están débiles. “Con el temporal de Santa Rosa a mí se me murieron más de 60 cabras, porque estaban flacas, no hay comida, no hay pasto, y el agua es fea”.
Bustos insiste en que esta situación no siempre fue así. Recuerda que, en su infancia, hasta los años '90, el río traía agua regularmente y había abundancia. "Había pastura por todos lados y todos tenían muchas cabras, ovejas, vacas, caballos. Hoy, hace casi 20 años que no vemos eso", dice con tristeza.
Una demanda que lleva más de una década: “Ya lo van a hacer” no alcanza
Para la comunidad, lo esencial es una solución definitiva. Se necesita la construcción de un acueducto que traiga el agua desde Encón, o bien, realizar una perforación profunda, de 300 o 400 metros, donde se encuentra el agua buena. La solución para la comunidad es clara: o se realiza una perforación profunda con estudios geofísicos previos o se construye finalmente el acueducto Encón–Las Trancas, anunciado y postergado infinidad de veces.
“El gobierno tiene la responsabilidad. Se lo hemos pedido a todos, al municipio, a la provincia, a este gobierno y a los anteriores. Siempre nos dicen ‘ya lo vamos a hacer’ y hasta ahora, nada”, denuncia Bustos. Y la comparación con las provincias vecinas duele: “Del lado de Mendoza, hay un acueducto de más de 200 km. En San Luis, a 10 km de acá, también. ¿Por qué San Juan no puede hacer uno de 50 o 60 km?”.
Agradecimiento por la ayuda, pero con los pies en la tierra
Sobre la campaña Unidos por el Agua, Bustos fue contundente: “Fue muy buena, felicitaciones a todos los que participaron”. La llegada de ayuda humanitaria alivió, al menos por unos días, la situación de muchas familias.
Sin embargo, advierte que la solidaridad no puede reemplazar a las soluciones de fondo: “El agua que trajeron se va a terminar, y volvemos a lo mismo. La lucha es por el acueducto o el pozo profundo”. En ese sentido, agradece los gestos, pero mantiene el foco donde debe estar: en la urgencia de una política pública que garantice el derecho básico al agua.
Miguel Bustos, nacido y criado en el campo, conoce las “buenas y las malas”. Pero lo que está ocurriendo hoy en Las Trancas y alrededores no es una mala racha: es una injusticia prolongada. Y frente a eso, su comunidad no bajará los brazos. Porque sin agua, no hay vida. Y porque merecen algo más que sobrevivir.