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Sin agua, sin futuro: la voz joven de Las Trancas que reclama agua y oportunidades
En el marco de la campaña solidaria “Unidos por el Agua”, la localidad de Las Trancas recibió donaciones y visibilidad. Allí Josefina Calderón, una joven rural de 27 años, pone voz al reclamo colectivo por el agua: "la juventud se va, la tierra se seca y el olvido estatal se vuelve insoportable".
Por Ana Paula Zabala Hace 12 horas
"Acá no vivimos, sobrevivimos". Con esas palabras, Josefina Calderón resume una realidad que atraviesa no solo a su familia, sino a toda la comunidad de Las Trancas, el último distrito del sureste sanjuanino, en el tramo final de la cuenca del Río San Juan. En este rincón de la provincia, la falta de agua no es solo un problema ambiental, sino una sentencia que vacía el pueblo y empuja a la juventud al éxodo forzado.
En medio de un proceso de desertificación cada vez más grave y sin acceso a agua potable, la comunidad recibió este sábado 4 de octubre a la campaña solidaria “Unidos por el Agua”, que durante semanas recolectó donaciones y que, más allá del gesto solidario, tuvo como principal objetivo visibilizar el reclamo histórico: la construcción del acueducto Encón–Las Trancas, y que el agua del río San Juan vuelva a llegar a las Lagunas de Guanacache.
Josefina, que creció en la zona y conoce de primera mano las dificultades cotidianas, lamenta que sus pares hayan tenido que irse. "Prácticamente, ya no quedan jóvenes. Solo adultos, porque viven de la tierra y se niegan a abandonar sus raíces", explica. Ella misma tuvo que migrar a Caucete y luego a la capital sanjuanina para estudiar y trabajar, empujada por una realidad que deja pocas alternativas.
"El agua es vida, y acá no tenemos ni eso"
La falta de agua afecta todos los aspectos de la vida en Las Trancas. “Primero y principal, el agua, porque sin agua no se puede vivir”, afirma Josefina. Los animales, las plantas, las personas: todo sufre la escasez. El ambiente se ha transformado: lo que antes era un ciénego con lagunas, ahora son llanos resecos, azotados por vientos que ya no encuentran árboles que los frenen.
A pesar de contar con energía eléctrica desde 2017 y con conexión a internet (intermitente y solo en algunas zonas), la situación estructural no cambió. El agua que se extrae de pozos es salobre, con una carga de minerales tan alta que “no sirve ni para las plantas”. Las cisternas, cuando llegan, solo traen unos 5.000 litros por familia al mes, cantidad que no alcanza para cubrir las necesidades mínimas.
“No es pedir caridad, es reclamar un derecho”, subraya la joven. En ese sentido, el acueducto prometido durante décadas aparece como la solución de fondo. “Siempre dicen que no hay plata para construirlo, pero llevamos años esperando”, denuncia Josefina. La sensación de abandono es profunda: “Estamos olvidados, pero cuando hay elecciones sí se acuerdan de venir a buscarnos”.
El valor de ser escuchados: la esperanza en una campaña solidaria
En medio de ese abandono, “Unidos por el Agua” representó un respiro, aunque sea simbólico.
“Fue algo hermoso. Que venga gente de afuera, que nos escuche, que nos vea, es un logro muy grande”, contó emocionada Josefina. Las donaciones fueron importantes, pero lo esencial fue sentirse acompañados, visibilizados.
La campaña también puso sobre la mesa el reclamo ambiental y humano de que el agua del río vuelva a las Lagunas de Guanacache, hoy desaparecidas por decisiones políticas y falta de planificación.
La comunidad de Las Trancas, que cuenta con escuela, capilla y sala de primeros auxilios, resiste como puede. Pero Josefina es clara: “Sin agua, este lugar va a desaparecer”.
"Solo pedimos que nos escuchen"
El mensaje de Josefina no es partidario ni agresivo, sino humano y urgente: “No es ir contra ningún gobierno, es decir las cosas como son. Queremos avanzar, no retroceder”. Con sus palabras, representa a una generación que no eligió irse, sino que fue expulsada por la falta de oportunidades y recursos básicos.
La historia de Las Trancas es la de muchas otras comunidades rurales e indígenas de la provincia y el país: aisladas, relegadas, pero profundamente arraigadas a su territorio.
La lucha por el agua no es solo por el presente, sino por la posibilidad de que los jóvenes vuelvan, de que el lugar tenga futuro.
“Somos contribuyentes y ciudadanos como cualquiera. No estamos tan lejos de la capital. Solo queremos vivir dignamente”, concluyó Josefina.
En esa frase, se condensa un grito que lleva años en el aire seco del sureste sanjuanino y que, por fin, comienza a encontrar eco.