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Comunidad > Unidos por el Agua - Testimonios

Sin agua y con sus hijos migrando, Flavia Morales clama por el acueducto Encón–Las Trancas

Flavia Morales vive en el último puesto ganadero de Las Trancas, en el sureste sanjuanino. En medio de una sequía devastadora, con animales muriendo y sus hijos migrando por falta de oportunidades, se suma al histórico reclamo por el acueducto Encón–Las Trancas.

Hace 12 horas
En Las Trancas, donde el agua ya no llega y los hijos deben marcharse para sobrevivir, queda el grito firme de quienes siguen resistiendo.

Este sábado 4 de octubre, la campaña solidaria Unidos por el Agua llegó al sureste de San Juan, culminando su recorrido en Las Trancas, el último distrito de la cuenca del Río San Juan. Allí, entre donaciones y abrazos solidarios, también resonó con fuerza el reclamo de fondo: que el agua del río vuelva a correr donde ya no llega, y que se construya, de una vez por todas, el acueducto Encón–Las Trancas.

Entre los testimonios que dejaron huella está el de Flavia Morales, la puestera del kilómetro 416 de la Ruta 20, justo en el límite con San Luis. Su vida, como la de muchos en la región, depende de los animales, la lluvia —cuando llega— y el esfuerzo de cada día. “Nosotros vivimos con lo justo, y el agua no alcanza. Una gota vale mucho acá”, resume.

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“No nos podemos ni bañar”: vivir con el agua racionada

Flavia vive con su hijo de 9 años, Abraham. El resto de sus hijos ya migró, obligados por la falta de trabajo y servicios básicos. En su puesto no hay perforación ni agua potable: sobreviven con lo que trae, cuando puede, el camión cisterna del municipio. Pero el servicio es inestable: “Si se rompe el tanque, hay que esperar, y mientras tanto no tenés agua ni para lavarte”.

Las consecuencias son concretas y diarias: “Trabajás con animales, en el campo, y no te podés bañar todos los días. Esperás con la ropa sucia. No es por falta de ganas, es que no podés”.

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La escasez también afecta a su fuente de sustento. "Estamos reduciendo los animales porque no hay agua ni pasto", explica. Y para empeorar el cuadro, denuncia la intervención de los aviones rompe tormentas: “Se ven las estelas, rompen las lluvias, y acá no queda nada. Todo se está secando”.

Acueducto o desaparición: “Es lo único que necesitamos”

Cuando se le pregunta qué cambiaría su vida, Flavia no duda: “El acueducto. Es lo más fundamental para nosotros y para los animales. No pedimos nada más que eso”. Se refiere al proyecto Encón–Las Trancas, una promesa repetida por distintos gobiernos que nunca se concretó.

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Sin el acueducto ni una perforación propia, Flavia debe mover su hacienda a represas naturales, caminando durante horas, para conseguir agua. “Llevo cinco años así. No hay descanso”, relata.

El agua que logra obtener, cuando no es traída por el municipio, solo sirve para los animales: “No es buena para tomar. La buena está muy abajo, y la que conseguimos para los animales es salada, pesada”.

“Nos olvidaron”: entre el orgullo y el cansancio

Flavia también se expresó sobre la campaña Unidos por el Agua, agradeciendo el acompañamiento recibido: “Estoy muy orgullosa de que estén acá. Sentimos que alguien nos escucha”. Pero la emoción convive con el enojo hacia el Estado: “Parece que acá no es San Juan. Es tierra de nadie”.

Sus palabras son un llamado desesperado, pero firme: no piden caridad, exigen derechos básicos.

“Yo le pido al gobierno que vea lo que pasa acá, que escuche. No queremos irnos, pero así no se puede vivir”, concluye.

En Las Trancas, donde el agua ya no llega y los hijos deben marcharse para sobrevivir, queda el grito firme de quienes siguen resistiendo. Y en la voz de Flavia Morales, una frase resuena más fuerte que nunca: “Una gota de agua vale mucho”.

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