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Acariciar perros reduce el estrés y revela rasgos de personalidad

Un estudio sostiene que este simple gesto genera beneficios emocionales y físicos, además de reflejar rasgos de personalidad en quienes lo realizan.

POR REDACCIÓN

Hace 13 horas
Un estudio afirma que este gesto esconde una interacción beneficiosa para el estado emocional y físico de la persona. Foto: Gentileza

Detenerse a acariciar un perro en la calle parece un acto espontáneo, pero la ciencia dice que no es tan simple. Según una investigación conjunta de las universidades de Florida, Carroll y Marquette, este gesto va más allá de la ternura: implica una interacción que favorece la salud emocional y física.

El contacto con animales, especialmente con perros, produce cambios fisiológicos que ayudan a reducir tensiones de manera instantánea. acariciar a un perro contribuye a bajar la presión arterial, estabilizar el ritmo cardíaco y disminuir los niveles de cortisol, la hormona vinculada al estrés. Esto se traduce en una sensación de calma y bienestar que impacta directamente en la salud mental.

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El estudio también indica que las personas que mantienen contacto frecuente con perros, ya sea en la calle o conviviendo con una mascota, comparten ciertos rasgos comunes: empatía, paciencia y facilidad para construir vínculos afectivos sólidos. Además, suelen mostrar mayor predisposición a disfrutar de la vida al aire libre y adoptar rutinas saludables, como los paseos diarios.

Este tipo de interacción, según los investigadores, puede convertirse en un recurso clave en situaciones de ansiedad o incertidumbre, donde el contacto con el animal refuerza la sensación de estabilidad y compañía.

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En paralelo, otra investigación publicada en Frontiers in Psychology reveló que los perros son más astutos de lo que se pensaba. El estudio, liderado por la científica Marianne Heberlein, demostró que estos animales pueden evaluar el contexto, adaptar su comportamiento para comunicarse estratégicamente e incluso engañar a sus dueños cuando la situación lo requiere.

Los experimentos diseñados por el equipo comprobaron que los perros son capaces de modificar su conducta según el conocimiento que el humano tenga sobre la ubicación de un premio. Este hallazgo refuerza la idea de que la relación humano-perro es mucho más compleja y enriquecedora de lo que aparenta a simple vista.

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